De medianoche
Entré a la habitación y mi
corazón se detuvo – literalmente – por una milésima de segundo que pareció una
eternidad.
Estaba frió como el hielo y el contraste de su sangre y los pedazos de carbón crearon en mí
una imagen fantasmagórica y algo divertida.Es la ilusión de mi
perversión…pensé. Ahora ya puedo continuar. Tomé el recogedor del suelo y lo
arrimé hacia su pelo, largos cabellos que parecían brotar del subsuelo,
perdiéndose entre la maleza y la inmundicia. Alguna vez te había visto correr…
ahora ya no corre nada, ni el viento.
Te siento, inundada por la
magia del instante, perfecta sincronía con la muerte, una víspera a la soledad,
pero aún rodeada por tu esencia. Tenía que limpiar todo, pero cómo me gustaba
ese desorden. Quería verte y escuchar esos largos susurros nocturnos, esa
arcaizante voz que me enloquecía a tal punto de cometer cosas como éstas y aquellas.
Aquellas que ya deben callar.
Pero mi voz te condena y se
delata sola. Cuando sentí el palpitar de nuevo en mi pecho, entendí que nunca
te quise, era la fría y distante ilusión que me creé con el pasar de los años.
Te quiero sí, pero no por ti, sino por mí, por mis tontos caprichos, cosas de
chica… Mórbidas escenas se me vienen a la mente pero debo ya dejar de reproducirlas, se me hace imposible hacerlo si te veo, porque aún te espero.
Mientras me acerco a tu
cuerpo por última vez, una sonrisa se forma en tu rostro, me reconoces al fin,
sí, era yo… así como soy yo ahora. Es hora. Y verte sonreír lo vale. No lo hagas, me dices. Pero
ya me conoces, soy tan terca cuando tengo una visión,
y hoy tuve una mientras te miraba. Nos envolví en la sombra alejada del amor,
en la esperanza del mañana, un mañana libre, frágil. Siento mucho que me deje
llevar por la fatalidad, pero sonríe, que ya poco falta. Vamos, yo río
contigo, una vez más por todas y por nada, ya que va… terminemos todo de una
buena… ¿Ves?
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